ENFERMERA: (lleva un sobre en la mano) Los resultados no son…
RUBÉN: (la interrumpe) ¿Cuánto?
ENFERMERA: Dice el doctor que ya
sólo queda esperar.
RUBÉN: Así, que…puede ser en
cualquier momento.
ENFERMERA: ¿Por qué no le llama a
su hija?
MAR: (tose) (de menor a mayor
intensidad)
ENFERMERA: Ya despertó. (se guarda el sobre y rápidamente va hacia
ella)
RUBÉN: (se acerca y se coloca al pie de la cama)
ENFERMERA: Señora Martha,
tranquila… (le da un poco de agua)
Beba… despacio.
MAR: (bebe) Gracias.
ENFERMERA: (retira el vaso y lo coloca en la mesita) ¿Tiene dolor?
MAR: Un poco.
ENFERMERA: Del uno al diez…
¿Cuánto?
MAR: (tose y ríe) Seis, ocho, diez… el dolor es dolor.
RUBÉN: Si se ríe, es como un nueve
o diez.
ENFERMERA: (saca un frasco de morfina y una jeringa) No se preocupe señora
Martha, ahorita calmamos ese dolorcito.
MAR: Y pensar que con una inyección
sería suficiente…
RUBÉN: ¡Martha!... ¡qué cosas
dices!
ENFERMERA: (termina de inyectar) Ya está... en un ratito hace efecto.
MAR: Lo inevitable se puede
acelerar… (a la enfermera) ¿no lo
cree?
ENFERMERA: Nuestra obligación, es
luchar hasta el último instante.
MAR: Desde su lugar, se dice tan
fácil… pero me gustaría verla aquí, postrada, inútil, impotente… sintiendo como
el cuerpo, a jirones, se va destrozando.
ENFERMERA: Hay que tener fe.
MAR: Fe… (pausita) Cuando el dolor me lo permite, ruego por un milagro… (con voz quebrada) No pido mucho, sólo
pido un poco de salud… (pausita) ¡maldita
sea!, sigo empeorando… los días (con
resentimiento) pasan, pasan y siguen pasando… convirtiendo la esperanza en
angustia… la angustia en rencor… y el rencor me hace renegar de todo.
ENFERMERA: ¿Usted cree en Dios?
MAR: (con la cabeza asiente) Pero creo que está sordo, porque le he
preguntado miles de veces… ¿Por qué yo, Dios?... y no contesta.
RUBÉN: Mi amor, ya hablamos de
esto.
MAR: (estirando el brazo y mirando a la enfermera) Sería algo piadoso.
ENFERMERA: (mira la jeringa, mira a
Rubén, mueve la cabeza negando y sale)
RUBÉN: La ley no lo permite.
MAR: No me vengan con estupideces
morales y dilemas éticos. Porque, no estarán de acuerdo con la eutanasia, pero
sí, con interrumpir el embarazo.
RUBÉN: Así son las leyes.
MAR: Pues que pinches leyes
tenemos. Y, no quiere decir que esté en contra del logro que, las mujeres,
después de años de lucha, hemos conseguido.
RUBÉN: ¿Entonces?
MAR: De la inequidad y la poca
empatía con la que tratan los problemas donde hay una vida humana sufriendo…
¿cuantos debemos morir entre espantosos dolores para que se legisle al
respecto… cuantos?
RUBÉN: Una pregunta sin respuesta,
al menos, por ahora.
ENFERMERA: (entrando) ¿Todo bien?
RUBÉN: Sí, sí. Sólo platicábamos
MAR: Trivialidades… cosas como… que
unos pueden decidir sobre su cuerpo, la vida y otros, como yo, no.
ENFERMERA: Veo que ya le hizo
efecto la medicina.
DOS
RUBÉN: (silencio) (piensa)
MAR: Ni una…
RUBÉN: Pero te ha hablado por
teléfono.
MAR: Hola, mamá… ¿Cómo estás?...
–más o menos, hija-… que bueno. Mamá, te dejo, tengo prisa y mucho trabajo. Y
pum, cuelga.
RUBÉN: A mí también me hace lo
mismo cuando me llama… (como
disculpándola) Así son las nuevas generaciones, viven demasiado aprisa…
todo rápido, trabajo, rápido, trabajo, rápido.
MAR: No te esfuerces en
disculparla, la conozco… no de balde la llevé nueve meses en mi vientre.
RUBÉN: No la disculpo, la
justifico.
MAR: Es lo mismo…
RUBÉN: (condescendiente) Mar, es nuestra única hija.
MAR: (le estira el brazo) Ayúdame.
RUBÉN: Martha, mi amorcito… no me
pidas algo que no sería capaz de cargar.
MAR: Si puedes.
RUBÉN: Mi conciencia me lo impide.
MAR: No seas dramático… ándale, ya
ayúdame.
RUBÉN: No insistas, no voy a ser
cómplice de un pecado.
MAR: Pecado es que me dejes tirada
en esta cama.
RUBÉN: Mira, si la enfermera que no
es nada tuyo, no quiso… menos yo que soy tu esposo y te amo.
MAR: ¡Rubén!… que me ayudes a
levantar de la cama.
RUBÉN: ¡Ah!... (la ayuda a incorporase) era eso.
MAR: (sentada en la orilla) Y el que Anna sea hija única… ¿qué derechos
le otorga?
RUBÉN: Ninguno.
MAR: Entonces, no me pidas que le
haga fiesta a su forma de vida, a sus desplantes y todas sus estupideces.
RUBÉN: Lo dices como si se tratara
de una delincuente…
MAR: La culpa fue de esas amiguitas
en la escuela de monjas.
RUBÉN: Calificaciones de diez, no
se drogaba, no daba problemas…
MAR: (sarcástica) Era una niña modelo.
RUBÉN: No mi amor, no lo fue, ni lo
es… simplemente es nuestra hija, y la amo con todos sus defectos.
CUATRO
ANNA: Por lo menos a alguien le da gusto verme.
MAR: Y, ¿qué es de tu vida? (con fastidio) ¿Sigues con esa mujer?
ANNA: Yo también te amo, mamá.
MAR: No me trates como idiota… ¿Sigues con esa mujer?
ANNA: Vine a ver a mi madre, pero me recibe el odio, el
resentimiento y el desamor.
MAR: No seas dramática. Simplemente no acepto…
ANNA: (interrumpe)
¿Crees que fue mi culpa?
MAR: No, sé…
ANNA: ¿Sabes cuánto sufrí antes de aceptarme?
MAR: Tampoco lo sé.
ANNA: Estaba confundida.
MAR: Eso si lo note. Pero lo veía como algo normal en una
chica de secundaria, nuevos amigos, el cambio de hormonas por la llegada de la
pubertad…
ANNA: No era un simple cambio, mamá… ¡era una transformación!
MAR: En eso si estoy de acuerdo contigo.
ANNA: Me veía en el espejo y sentía miedo… eso no es lo que
hay en mi mente… pasaba días enteros en un mar de llanto, ¿y que hacías tú?...
darme unas palmaditas en la espalda y decirme… hija…
MAR: (interrumpe y
termina la oración) … Hay más peces en el mar. No llores por ningún hombre.
ANNA: Exacto.
MAR: Y, ¿por qué no me decías lo que sentías?
ANNA: Me aterraba acercarme a ti y decirte… mamá, no me
gustan los hombres.
MAR: Pero a tu papá si se lo dijiste, ¿verdad?
ANNA: Y le dejaste de hablar.
MAR: Se lo merecía.
CINCO
Vemos entrar apresurado a Rubén
RUBÉN: (incrédulo)
Acabo de ver a nuestra hija, me abrazo, me beso y me dijo: mi mamá me ama… ahorita
regresamos. (intrigado) ¿¡regresamos!?
¿Quiénes? Mar, ¿pasa algo?
MAR: (sonriendo) No
pasa nada, todo está perfectamente bien.
RUBÉN: (confundido)
Es que… no la veía así desde… (aliviado)
Me alegra oír eso.
MAR: Quiero…
RUBÉN: (súbito)
¡Acostarte!... Ahorita le hablo a la enfermera para que me ayude.
MAR: No.
RUBÉN: Mujer, necesito ayuda.
RUBÉN: Desde la fractura, no tengo fuerza en el brazo y no te
me vayas a caer.
MAR: No quiero ir a la cama.
RUBÉN: Más (mímica de
inyección)
MAR: No, no necesito.
RUBÉN: ¿Entonces qué quieres?
MAR: Platicar.
RUBÉN: ¿¡Platicar!?
MAR: Sí. Platicar. ¿De qué te extrañas?
RUBÉN: No, de nada. ¿De qué quieres platicar?
MAR: De ti, de mí, de las huellas que dejé para llegar aquí;
cúspide y ocaso de mi vida.
RUBÉN: Martha, platiquemos de otras cosas.
MAR. De cómo, a pesar de todo, aún conservo en mis labios el
sabor de los tuyos…
RUBÉN: Por favor…
MAR: Del porqué se me fueron secando los ojos de tanto
llorar…
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