sábado, 2 de mayo de 2015

Asuntos por Terminar

ENFERMERA: (lleva un sobre en la mano) Los resultados no son…

RUBÉN: (la interrumpe) ¿Cuánto?

ENFERMERA: Dice el doctor que ya sólo queda esperar.

RUBÉN: Así, que…puede ser en cualquier momento.

ENFERMERA: ¿Por qué no le llama a su hija?

MAR: (tose) (de menor a mayor intensidad)

ENFERMERA: Ya despertó. (se guarda el sobre y rápidamente va hacia ella)

RUBÉN: (se acerca y se coloca al pie de la cama)

ENFERMERA: Señora Martha, tranquila… (le da un poco de agua) Beba… despacio.

MAR: (bebe) Gracias.

ENFERMERA: (retira el vaso y lo coloca en la mesita) ¿Tiene dolor?

MAR: Un poco.

ENFERMERA: Del uno al diez… ¿Cuánto?

MAR: (tose y ríe) Seis, ocho, diez… el dolor es dolor.

RUBÉN: Si se ríe, es como un nueve o diez.

ENFERMERA: (saca un frasco de morfina y una jeringa) No se preocupe señora Martha, ahorita calmamos ese dolorcito.

MAR: Y pensar que con una inyección sería suficiente…

RUBÉN: ¡Martha!... ¡qué cosas dices!

ENFERMERA: (termina de inyectar) Ya está... en un ratito hace efecto.

MAR: Lo inevitable se puede acelerar… (a la enfermera) ¿no lo cree?

ENFERMERA: Nuestra obligación, es luchar hasta el último instante.

MAR: Desde su lugar, se dice tan fácil… pero me gustaría verla aquí, postrada, inútil, impotente… sintiendo como el cuerpo, a jirones, se va destrozando.

ENFERMERA: Hay que tener fe.

MAR: Fe… (pausita) Cuando el dolor me lo permite, ruego por un milagro… (con voz quebrada) No pido mucho, sólo pido un poco de salud… (pausita) ¡maldita sea!, sigo empeorando… los días (con resentimiento) pasan, pasan y siguen pasando… convirtiendo la esperanza en angustia… la angustia en rencor… y el rencor me hace renegar de todo.

ENFERMERA: ¿Usted cree en Dios?

MAR: (con la cabeza asiente) Pero creo que está sordo, porque le he preguntado miles de veces… ¿Por qué yo, Dios?... y no contesta.

RUBÉN: Mi amor, ya hablamos de esto.

MAR: (estirando el brazo y mirando a la enfermera) Sería algo piadoso.

ENFERMERA: (mira la jeringa, mira a Rubén, mueve la cabeza negando y sale)

RUBÉN: La ley no lo permite.

MAR: No me vengan con estupideces morales y dilemas éticos. Porque, no estarán de acuerdo con la eutanasia, pero sí, con interrumpir el embarazo.

RUBÉN: Así son las leyes.

MAR: Pues que pinches leyes tenemos. Y, no quiere decir que esté en contra del logro que, las mujeres, después de años de lucha, hemos conseguido.

RUBÉN: ¿Entonces?

MAR: De la inequidad y la poca empatía con la que tratan los problemas donde hay una vida humana sufriendo… ¿cuantos debemos morir entre espantosos dolores para que se legisle al respecto… cuantos?

RUBÉN: Una pregunta sin respuesta, al menos, por ahora.

ENFERMERA: (entrando) ¿Todo bien?

RUBÉN: Sí, sí. Sólo platicábamos

MAR: Trivialidades… cosas como… que unos pueden decidir sobre su cuerpo, la vida y otros, como yo, no.

ENFERMERA: Veo que ya le hizo efecto la medicina.

DOS

RUBÉN: (silencio) (piensa)

MAR: Ni una…

RUBÉN: Pero te ha hablado por teléfono.

MAR: Hola, mamá… ¿Cómo estás?... –más o menos, hija-… que bueno. Mamá, te dejo, tengo prisa y mucho trabajo. Y pum, cuelga.

RUBÉN: A mí también me hace lo mismo cuando me llama… (como disculpándola) Así son las nuevas generaciones, viven demasiado aprisa… todo rápido, trabajo, rápido, trabajo, rápido.

MAR: No te esfuerces en disculparla, la conozco… no de balde la llevé nueve meses en mi vientre.

RUBÉN: No la disculpo, la justifico.

MAR: Es lo mismo…

RUBÉN: (condescendiente) Mar, es nuestra única hija.

MAR: (le estira el brazo) Ayúdame.

RUBÉN: Martha, mi amorcito… no me pidas algo que no sería capaz de cargar.

MAR: Si puedes.

RUBÉN: Mi conciencia me lo impide.

MAR: No seas dramático… ándale, ya ayúdame.

RUBÉN: No insistas, no voy a ser cómplice de un pecado.

MAR: Pecado es que me dejes tirada en esta cama.

RUBÉN: Mira, si la enfermera que no es nada tuyo, no quiso… menos yo que soy tu esposo y te amo.

MAR: ¡Rubén!… que me ayudes a levantar de la cama.

RUBÉN: ¡Ah!... (la ayuda a incorporase) era eso.

MAR: (sentada en la orilla) Y el que Anna sea hija única… ¿qué derechos le otorga?

RUBÉN: Ninguno.

MAR: Entonces, no me pidas que le haga fiesta a su forma de vida, a sus desplantes y todas sus estupideces.

RUBÉN: Lo dices como si se tratara de una delincuente…

MAR: La culpa fue de esas amiguitas en la escuela de monjas.

RUBÉN: Calificaciones de diez, no se drogaba, no daba problemas…

MAR: (sarcástica) Era una niña modelo.

RUBÉN: No mi amor, no lo fue, ni lo es… simplemente es nuestra hija, y la amo con todos sus defectos.

CUATRO

ANNA: Por lo menos a alguien le da gusto verme.

MAR: Y, ¿qué es de tu vida? (con fastidio) ¿Sigues con esa mujer?

ANNA: Yo también te amo, mamá.

MAR: No me trates como idiota… ¿Sigues con esa mujer?

ANNA: Vine a ver a mi madre, pero me recibe el odio, el resentimiento y el desamor.

MAR: No seas dramática. Simplemente no acepto…

ANNA: (interrumpe) ¿Crees que fue mi culpa?

MAR: No, sé…

ANNA: ¿Sabes cuánto sufrí antes de aceptarme?

MAR: Tampoco lo sé.

ANNA: Estaba confundida.

MAR: Eso si lo note. Pero lo veía como algo normal en una chica de secundaria, nuevos amigos, el cambio de hormonas por la llegada de la pubertad…

ANNA: No era un simple cambio, mamá… ¡era una transformación!

MAR: En eso si estoy de acuerdo contigo.

ANNA: Me veía en el espejo y sentía miedo… eso no es lo que hay en mi mente… pasaba días enteros en un mar de llanto, ¿y que hacías tú?... darme unas palmaditas en la espalda y decirme… hija…

MAR: (interrumpe y termina la oración) … Hay más peces en el mar. No llores por ningún hombre.

ANNA: Exacto.

MAR: Y, ¿por qué no me decías lo que sentías?

ANNA: Me aterraba acercarme a ti y decirte… mamá, no me gustan los hombres.

MAR: Pero a tu papá si se lo dijiste, ¿verdad?

ANNA: Y le dejaste de hablar.

MAR: Se lo merecía.

CINCO

Vemos entrar apresurado a Rubén

 

RUBÉN: (incrédulo) Acabo de ver a nuestra hija, me abrazo, me beso y me dijo: mi mamá me ama… ahorita regresamos. (intrigado) ¿¡regresamos!? ¿Quiénes? Mar, ¿pasa algo?

MAR: (sonriendo) No pasa nada, todo está perfectamente bien.

RUBÉN: (confundido) Es que… no la veía así desde… (aliviado) Me alegra oír eso.

MAR: Quiero…

RUBÉN: (súbito) ¡Acostarte!... Ahorita le hablo a la enfermera para que me ayude.

MAR: No.

RUBÉN: Mujer, necesito ayuda.


MAR: Que no…

RUBÉN: Desde la fractura, no tengo fuerza en el brazo y no te me vayas a caer.

MAR: No quiero ir a la cama.

RUBÉN: Más (mímica de inyección)

MAR:  No, no necesito.

RUBÉN: ¿Entonces qué quieres?

MAR: Platicar.

RUBÉN: ¿¡Platicar!?

MAR: Sí. Platicar. ¿De qué te extrañas?

RUBÉN: No, de nada. ¿De qué quieres platicar?

MAR: De ti, de mí, de las huellas que dejé para llegar aquí; cúspide y ocaso de mi vida.

RUBÉN: Martha, platiquemos de otras cosas.

MAR. De cómo, a pesar de todo, aún conservo en mis labios el sabor de los tuyos…

RUBÉN: Por favor…

MAR: Del porqué se me fueron secando los ojos de tanto llorar…

....

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