EDUVIGES: ¿Voy o vengo? (pausita) ¡Ah, sí!... vengo. Vengo a contarles algo que me pasó.
Mi hija, una jovenzuela rapaz de 42 años me dijo que fuera al doctor, dizque que porque le preocupa mi estado.
Yo le dije: hija, ¿a quién no le
preocupa su estado?... asaltos, desaparecidos, ¡masacres! ¡Qué cosas más horribles!...
¿Dónde quedaron aquellos tiempos cuando las mujeres paseamos libremente sin ser
molestadas? ¿Los niños jugaban en las calles sin el miedo a ser robados? ...
Éramos muy felices y no lo sabíamos.
Y luego me aclaro; tu estado de
salud, te noto ausente, meditabunda... inapetente.
Hijita de mi vida eso que notas, se
llama Síntomas de la Vejez.
(al
público) Que no todos tienen el honor de llegar a él, eh... Ya ven a la
Rivera... ¿cómo se llamaba?... ¿alguien sabe? (obvio dirán Jenny Rivera) No. Ella no, yo me refiero a Naya Rivera,
la actriz que murió ahogada a la edad de Cristo, 33 años. Ella ya no lidió con
nietos, maridos seniles, impotentes, pandemias y otras cuantas sorpresitas...
ay, mi’jita, que Dios te tenga en su santa gloria.
Como les decía, para quitarle esa cara
de insatisfecha sexual a mi hija, que voy al doctor... (pausita) ¡¿Dije insatisfecha sexual?!... Perdón, era de
preocupación, cara de preocupación... Pos en que estoy pensando. (se persigna)
Fui al doctor... les voy a confesar algo.
Yo soy de rancho, donde una se levanta con el primer rayo del sol y se acuesta
con quien sea, total para los dos o tres minutos que du... (se lleva la mano a la boca) Eduviges,
Eduviges... Eduviges, contrólate.
Que pregunta tan estúpida. ¿Quién no
ha tenido problema con eso, doctor? - Le
hicieron mal la episiotomía- Me preguntó. Y como no sabía que era eso de la
pistolamia... pensé que era una proposición indecorosa, hasta que me aclaró. – Es una cortadura entre la vagina y el ano
para ampliar la apertura vaginal y el bebe salga sin problemas- Me quede
así (abre los ojos muy grandes y la boca
también) que le pregunto: la vagina y el ¿qué? -ano- respondió.
¡No! ¡Por ahí, jamás! Pero como eran
cosas médicas, corregí… bueno una vez que Rupertino, así se llama mi marido,
llego pasadito de copas y se puso querendón, pero sólo esa vez. (pausa)
(Se
lleva la mano a la frente, esta apenada) Que pinche vergüenza, quería que
la tierra me tragara y me escupiera en alguna playa de la Riviera Maya... ¡No
hablaba de eso! Se refería a problemas en los partos.
Ah, eso, doctor... estaba apenada y
nerviosa que le respondí: Lo normal, primero me entraban las contradicciones, y
cuando las delataciones llegaban a diez la comadrona del pueblo me decía, puje,
puje… yo pujaba ahí, ahí, ahí va la criatura pa’juera a sufrir en este valle de
lágrimas.
Les juro que seguía apenada, yo
confesando intimidades... Y todo por la culpa de mi marido que me convenció de
que... (mirando al público) Les voy
a contar algo... No, no es eso que están imaginando.
Resulta que un domingo muy temprano
fuimos a misa, nos sentamos hasta el frente, es que ya no oímos muy bien que digamos.
Empezó la misa, cantamos, rezamos y ya para finalizar el padrecito dijo: Hoy es
misa de sanación, aquellos que tengan alguna dolencia, pongan su mano en esa
parte y pidan que sane.
Como tenía tiempo que me molestaba un
hombro, puse mi mano allí, cerré los ojos y empecé a pedir. No sé cómo abro los
ojos y veo a Rupertino con las dos manos sobre su entrepierna... que le doy un
codazo, ¡Rupertino!, es para la sanación, no para revivir muertos.
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