sábado, 2 de mayo de 2015

Los Tiempos de Dios son Perfectos

Si los tiempos de Dios son perfectos… Entonces, ¿por qué la muerte se olvidó de mí?


Doña Victoria viste con una bata y trae su chipiturco (un pedazo de cobija vieja que le cubre la espalda) calza unas pantuflas viejas, unas calcetas, (son de colores diferentes) usa lentes.

Se escuchan los golpeteos de un bastón contra el piso, vemos entrar a Doña Victoria vociferando.

DOÑA VICTORIA: Malditas reumas me tienen toda jodida, (se busca en sus bolsas) dónde están mis chochitos? (saca un frasco) aquí están. (saca unos y se los lleva a la boca) Saben horribles (hace gestos) (se hace una pausa) A dónde iba?... o venia? (pausa) (empieza a hablar como si tuviera a alguien enfrente)  Por qué eres así?… por qué me tratas de esta forma?... y no me digas que no sabes de que te hablo… contéstame!... No!, no estoy loca… estoy cansada, muy cansada… sola… olvidada. (enérgica) Y tú tienes la culpa… claro que sí!... (suplicante) Ya, por favor… (voltea a ver al cristo en la pared) Acaso no escuchas mi llanto por las noches?... mis suplicas porque me lleves a tu lado?... Si en verdad eres bondad, demuéstralo y manda por mi… (suplicando) Por favor señor… te juro que ya estoy lista para dejar este mundo… (pausa) porqué te empeñas en dejarme en este maldito valle de lágrimas… Qué hago aquí?... aparte de dar lastima… dime, qué hago aquí? (silencio) Noooo!... ya no le hago falta a nadie… ya no existo, ya soy un estorbo. (camina lentamente hacia el sillón) (no se sienta) (voltea nuevamente hacia el Cristo) Sabes, si la montaña no viene… yo voy a la montaña. (saca de su bolsa un frasco con veneno) Perdóname (va a la mesa y vierte un poco en el vaso, agrega agua) pero quiero estar a tu lado, y el de mi viejito… el de mis amigas… (congojada) ya todas están allá, disfrutando de tu reino… bueno, menos la amargada, chocosa, rencorosa y pedante de la Montes, a esa, ni el diablo la quiere… pero yo, que, mientras pude, fui todos los domingos a la iglesia y ayude al necesitado,  (molesta) sigo aquí… batallando con la diabetes, las reumas,  la ingratitud y el olvido… no se vale. (agita el vaso para que se mezcle el veneno con el agua) (lo mira y dice) cianuro, dicen que tiene un sabor amargo …. Al menos será el último trago amargo de mi vida. (se lleva el vaso a la boca, no bebe, se detiene, ve a Cristo) No me mires así que me haces sentir culpable. (baja el vaso) Y, yo voy a hacer lo que nadie de allá ha querido hacer… Mira, si estoy mal, manda una señal.

Empieza a llevarse el vaso a la boca, cuando escuchamos en off a Estela (la que la cuida)

ESTELA EN OFF: (gritando) Martha, ya llegue.

DOÑA VICTORIA: (asustada) Dije una señal, no un susto. (deja el vaso) Quién llegó? (para si) Por Dios!... ni morir a gusto dejan a uno.

ESTELA: (entrando, casi a grito) Yo. Estela, Doña Victoria.

DOÑA VICTORIA: Ay, hija… me pegaste un sustote.


DOÑA VICTORIA: Que cosas dices, muchacha… no tuve otras hijas.

ESTELA: Entonces, a cuales hijas se refiere?

DOÑA VICTORIA: A las que cuando de noche llovía y había truenos, corrían asustadas a mi regazo para sentirse seguras… a las que se sentaban a la mesa y daban gracias por los alimentos… a las que les dimos educación y escuela… a las que cuide cuando enfermaban… a las que me decían; mamá te amo con todo mi corazón… nunca te voy a dejar.

ESTELA: (voz quebrada) Se quedaron en el ayer.

DOÑA VICTORIA: (angustiada) Y, no puedes traerlas?... quiero hablar con ellas, advertirles del sillón.

ESTELA: Del sillón!?

DOÑA VICTORIA: (señala al sillón) Sí… ese sillón.

ESTELA: Y, qué tiene el sillón?

DOÑA VICTORIA: Lastima…

ESTELA: Tiene algún resorte salido que le moleste?

DOÑA VICTORIA: No.

ESTELA: Entonces cómo la lastima?

DOÑA VICTORIA: Hay otras formas de herir y lastimar.

ESTELA: A ver, doña Victoria… qué tiene ese sillón que la lastima?

DOÑA VICTORIA: Tiene lágrimas de una madre olvidada y el silencio ensordecedor del hastío… y no quiero que se vayan a contagiar con esos males, porque duele el alma y no hay medicina que la cure.

ESTELA: Doña Victoria, no puedo traerlas… pero sí puedo tirar ese sillón para que no enferme a nadie. 

DOÑA VICTORIA: Será la solución?

ESTELA: ¡Claro!... El sillón que traigan,  olerá a nuevo… a fresco… mmm rico.

DOÑA VICTORIA: Pero, en unos días olerá a lo mismo… no!... no lo tires porque mis recuerdos están allí, entre sollozos y penas.

ESTELA: Ay, doña Victoria… el que por su gusto sufre, hasta la coyunda lame. 

DOÑA VICTORIA: No lo entiendes… ese sillón es parte de mi… sabes cuantas tardes cobijo mi sueño?.


DOÑA VICTORIA: Hombre!... algo me decías de ellos?

ESTELA: Que se arreglan las cejas, usan gel en el cabello, se embadurnan la cara de cremas… y quien sabe que otras cosas más se hacen, con tal ser metrosexuales.

Se toman la selfie.

DOÑA VICTORIA: Pues a esos, yo los conozco por otro nombre y casi todos estaban en el closet.

ESTELA: (sonriente) Ay, doña Viky… sí que le hace falta salir, caminar por ahí… quién sabe, a lo mejor se encuentra un galán.

DOÑA VICTORIA: Quién va a querer andar con una chica mala?

ESTELA: Usted es buena, en ese pecho de seguro hay dos corazones…

DOÑA VICTORIA: Yo digo, chica mala… de reumas, de diabetes, de la presión…

ESTELA: Mírela… viejita, viejita pero con sentido del humor.

DOÑA VICTORIA: Viejita…

ESTELA: No me lo tome a mal… lo dije con respeto.

DOÑA VICTORIA: Y no lo tomo a mal, al contrario…  hacerse viejo es un regalo.

ESTELA: Yo pensé que no…

DOÑA VICTORIA: No cualquiera puede decir; soy un viejo!... soy una vieja!

ESTELA: Eso sí… no cualquiera.

DOÑA VICTORIA: A veces me desespero al ver mi cuerpo decadente… inútil para muchas cosas.

ESTELA: No haga eso… mejor sorpréndase de la persona que vive en el espejo, de la mujer que día a día lucha contra todos y contra todo.

DOÑA VICTORIA: Ya no me preocupo por esas cosas… el tiempo siempre nos alcanza, y estos cabellos grises son producto de una larga vida.

ESTELA: Muy cierto doña Viky… He visto algunos amigos y familiares irse de este mundo, sin haber disfrutado la libertad que viene al hacerse viejo.

DOÑA VICTORIA: Cual libertad?

ESTELA: Pienso que al hacerse viejo uno tiene la libertad de reír o llorar por algún recuerdo… de cerrar los ojos y volar hasta los tiempos felices, sin importar la hora… de bailar con los que ya no están…

DOÑA VICTORIA: No se necesita llegar a viejo para hacer eso.

ESTELA: (lo reflexiona) Tiene razón…

DOÑA VICTORIA: Pero llegar a viejo, es entender que las cosas importantes, dejan de ser importantes cuando aprendemos, lo perfecto de lo imperfecto…

ESTELA: A ver doña Viky, que es eso de lo perfecto… de lo imperfecto?!

DOÑA VICTORIA: Si todo fuera perfecto, viviríamos en un sueño de vapores… lo perfecto no existe…

ESTELA: (interrumpe) Me disculpa, pero lo tiempos de Dios son perfectos.

DOÑA VICTORIA: Perfectos para quién?... para ti… para mí?

ESTELA: Para todos… por cada cosa que pedimos o anhelamos, hay un tiempo de espera y eso es inevitable, por mucho que nos desagrade la idea.

DOÑA VICTORIA: Exacto!... como aceptar que la juventud es una sonrisa que se volverá surcos profundos en tu cara.

ESTELA: Híjole doña Viky… voy a reír menos.

DOÑA VICTORIA: No vamos a vivir para siempre, así que no pierdas tu tiempo en lamentarte por lo que pudo ser, o preocuparte de lo que será…

ESTELA: Entonces, qué debo hacer?

DOÑA VICTORIA: Ama con sencillez, pero se generosa, habla sin ofender… y el resto, déjaselo a Dios.

ESTELA: Sin arrepentimientos!?... se lo dejo a Dios sin arrepentimientos?

DOÑA VICTORIA: El arrepentimiento requiere de madurez y sabiduría… y para llegar a tener ambas cosas, se requiere de mucho tiempo… y, a ti… (le mira la cabeza) Ni una cana te ha salido.

ESTELA: (medita) Salido… (pausita) Doña Viky, no le gustaría salir?

DOÑA VICTORIA: Ay, hija… qué pregunta, ¡Claro que me gustaría!... pero, mis hijas ya no me sacan. 

ESTELA: (sarcástica) Será porque son unas mujeres muy ocupadas. 

DOÑA VICTORIA: Y, por qué antes si podían… venían, me llevaban al mercado, a desayunar, a misa, a fiestas… bueno, hasta me llevaban a sus casas y me invitaban a quedarme.

...


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